Opinión

Carta abierta a Óscar Colchado Lucio, chalanero

Por Augusto Rubio Acosta

Escritor y gestor cultural

Carta abierta a Óscar Colchado Lucio, chalaneroImagen: Composición Noticias SER

Querido Óscar,

A pesar de la vida remando en nuestros brazos, de los días como flores de agua dándole a la máquina y a las madrugadas, nunca te pregunté cómo se transfigura lo vivido, en lo poetizado, cómo se identifica en qué instante el libro que hemos leído se apodera de determinadas células de nuestro cuerpo y nos ayuda a reiniciar nos, a generar imágenes, cosas que decir distorsionadas por ese observar la realidad más de lo necesario, convirtiendo en extraño lo propio, lo real en maravilloso, animándonos a perseverar en nuestros sueños y obsesiones. Nunca te pregunté, Óscar, a pesar de los años, las décadas y el mar en nuestros ojos, la rabiosa esperanza en nuestras brazadas bajo el resplandor de la luna. La respuesta estaba quizá en la cotidianidad, en el modo consciente de ser uno mismo, en el regreso a la poesía popular, en el punto que coincida con la música y la danza, con el humor arrollador de la gente, con el amor que en contrapunto y combinación imprevista, entrega el lenguaje práctico y feliz que muchas veces necesitamos.

A pesar de las veces que nos vimos, que cortamos la mar brava camino a la isla blanca, abordo de una chalana que navegaba a contraluz del horizonte, tampoco pregunté cómo hacer que la poesía se imponga al rumor de las tragedias, al misterio de lo humano y lo animal, que en los tiempos que corren constituyen prácticamente lo mismo. No era pretexto ser muy joven, aunque lo era; pero no pregunté. Las cosas o las vidas de evaporan o sublimar, están delante de nosotros junto a la energía que despiden los crepúsculos, el mar hambriento de chalanas a la deriva o junto a la brisa y el olor de la sal en los temblores del mar y las lejanas bolicheras.

Motorista de históricas calas en alta mar, tu presencia entre nosotros con un libro bajo el brazo significó siempre poner a convivir simultáneamente los hechos y las cosas, la escritura y los seres, la inocencia animal plasmada en palabras y párrafos, en volúmenes y obras completas. Sólo así es posible, Óscar Colchado, volver torrejas y sin novedad al puerto, saltar por la borda e internarnos en el Chimbote donde arde nuestra euforia y nuestros sueños, donde antes se quemaban billetes y se registraban luchas sindicales, estallidos y metralla, donde ahora sólo existen lágrimas y sudores, explotación, ollas comunes y miedos.

A pesar de la vida remando en nuestros brazos, de las veces que nos hemos estrellado contra las peñas, nuestras bodegas regresan siempre atestadas de palabras, historias y papeles, nuestras cabezas atiborradas de preguntas y los cardúmenes fugitivos de las redes donde caen gaviotas y pelícanos, continúan siendo promesas de mejores madrugadas, olas y vientos, de los días buenos que nos esperan. Hoy, que al fin puedo sentarme y escribir estas líneas, recuerdo como la mejor canción nuestra amistad y nuestra vida. Esta noche, que se preocupa cargada de emociones y presagios, de los secretos lazos que unen vida y escritura, me acerco a ti de alguna forma, evocando esa necesidad de mirar hacia atrás para buscarte en tus libros, en la vasta obra que le entregaste a nuestro puerto, en la novela que publicaré muy pronto y que me hubiese gustado entregarte. Gracias, Óscar, por todo lo que nos diste, por señalarnos el camino y empujarnos tras el mismo, antes que nuestros sueños sucumbieran. Navegante de mares sin puerto ahora eres, volvió la Moby Dick a recogerte al varadero para hacerte a la mar con Marco Cueva y Brander Alayo, con Jaime Guzmán y Antonio Salinas, con Víctor Plasencia y por supuesto con Juan Ojeda, nuestro poeta inmortal.

Adiós, Óscar, algún día nos encontraremos. Hubo vértigo y hubo baile, hubo libros [muchos libros], sueños y premoniciones. Hubo luz y eso es lo importante. Mientras tanto aquí en la brisa fresca de la orilla, húmeda y olorosa a sal, nos abrazamos con los tuyos frente a la sedienta piel de las dunas lejanas, sobre la cuerda floja del vivir cotidiano y bajo el cálido fulgor de tu memoria imperecedera.

Te abraza siempre, nos vemos pronto,

Augusto Rubio Acosta

  • Texto leído en el homenaje al escritor Óscar Colchado Lucio, desarrollado en el puerto de Chimbote.