Opinión

Aymaranakaxa mayakipxtwa, wali ch’amampi arsusipxtha Pirwa markana

Por Rolando Pilco Mallea

Aymara de la comunidad de Cutini Capilla, Juli. Es antropólogo y magíster en educación intercultural bilingüe. Investigador y consultor en temas de historia aymara, derecho indígena, EIB y procesos sociales

Aymaranakaxa mayakipxtwa, wali ch’amampi  arsusipxtha Pirwa markanaFoto: Noticias SER

Los aymaras somos uno solo, con una voz muy fuerte reclamamos nuestros derechos en Perú

“Uno nace aymara y aymara tiene que serlo”

Luego de la vacancia del presidente peruano Pedro Castillo, sancionada el 7 de diciembre del 2022 por el congreso y la oligarquía limeña empresarial ultraliberal, se produjeron una serie de movilizaciones de rechazo al Congreso protagonizadas sobre todo por los pueblos del Perú profundo, quechuas, chankas, amazónicos y en especial del pueblo aymara.

En ese escenario, el pueblo aymara o “nación aymara” ha alzado su voz de protesta sobre el sistema de gobierno, como lo hizo innumerables veces. En la historia del pueblo aymara siempre hubo luchas, protestas y el cuestionamiento al sistema neocolonial del Estado republicano y a la colonialidad del poder. De hecho, las figuras aymaras más emblemáticas, Tupak Katari y Bartolina Sisa, surgieron en las luchas anticoloniales, lo mismo que los quechuas Tupac Amaru y Micaela Bastidas.

Si bien el pueblo aymara se concentra en el sur del Perú —y comprende redes de comunidades campesinas, parcialidades, centros poblados, barrios, urbanizaciones y en ciudades intermedias y distritos— también ha migrado hacia otras regiones. La presencia contemporánea de aymaras en Lima, la capital del Perú, es de gran relevancia. Junto a los pueblos quechua y amazónicos, su irrupción étnica y política pone en tela de juicio la democracia criolla blanca-mestiza, que niega a los aymaras su participación política como actores y decisores de su destino.

Esta negación se ha renovado en la narrativa oficial del gobierno de Dina Boluarte y se expresa en el Congreso, la Fiscalía y el Poder Judicial. Igualmente, se reproduce en el sector privado: el empresariado del Grupo Romero y la prensa del grupo El Comercio y Willax Televisión. Desde ese entramado se niega la ciudadanía de los aymaras y se difunde un discurso racista y discriminatorio, que llega incluso a desconocer que “Puno no es el Perú”, y se los califica de “vándalos, “resentidos”, “terroristas”, “mineros informales”. Estos y otros adjetivos calificativos los ha llevado a la “Toma de Lima: volveré y seré millones”.

Y es que desde 4 de enero del 2023 los aymaras del Perú desde sus territorios, de manera organizada y pacífica han mandado delegaciones para expresar en las calles de Lima su rechazo al Estado neocolonial peruano con tres agendas claves: la renuncia de Dina Boluarte, el cierre del congreso y la asamblea constituyente. Esta es claramente una agenda política. no una demanda social de obras, proyectos o atención a la pobreza. En concreto, es una disputa por el poder, una disputa de narrativas entre el Perú oficial y el Perú profundo e hirviente de estos momentos.

¿Quiénes son los aymaras peruanos?

En este contexto, cabe preguntarnos ¿quiénes son en la actualidad los aymaras peruanos? ¿Por qué son los más resistentes en la actual lucha?

Los aymaras son un grupo étnico numeroso, en América Latina el segundo grupo más numeroso después del pueblo quechua. Aunque cuentan con un idioma común y valores culturales y espirituales compartidos y una práctica comunitaria y organización comunal muy consolidada, los aymara están divididos por cuatro Estados neocoloniales: Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Su líder comunal es el jilaqata junto a su esposa mama t’alla; esta autoridad es como el padre de la comunidad, alguien que guía, comparte alegrías y penas, vela por la integridad de los comuneros y de los recursos naturales y espirituales de los territorios comunales. Los cronistas coloniales lo identificaron como segundas personas, curacas o caciques del marca o ayllu; ahora lo llaman teniente gobernador.

En todas las comunidades aymaras del Perú existen jilaqata. Conocido como teniente gobernador, mantiene su indumentaria tradicional de autoridad, al igual que su esposa mama t’alla, también llamada tenienta. Por ejemplo, en Juli, existen cuatro ayllus o cabildos de tenientes: Mucho, Chambilla, Huancollo y Ayanca y, en el caso del distrito de Huancané, tenientes de Janansaya y Jurinsaya. En esta lucha actual, son ellos quienes lideran de manera colectiva y comunal.

En su estudio de la cultura aymara, Domingo Llanque alude a “la preocupación consciente y la postura protagónica de un pueblo que grita su liberación y exige su sitial en el consorcio de las naciones en igualdad de condiciones y desafía todo sistema de dominación (…) la memoria histórica de este pueblo nos muestra que, aunque conquistado, dominado, colonizado, explotado y marginado, se ha mantenido firme en su cultura” (Llanque, 1990, p. 15-16).

Como Llanque, otros estudiosos, destacan el protagonismo del pueblo aymara en la república contemporánea peruana, en un camino similar al que ha recorrido en otros países de la región, en los que ha planteado alternativas a la democracia y participación política con rostro indio, en el concierto de pueblos indígenas que albergan la esperanza de un gobierno indio, de una democracia comunitaria y participación política intercultural.

Lucha de aymaras en la historia republicana

Históricamente, los aymaras de Perú han vivido una serie de conflictos con el poder estatal y local, por los abusos y despojos de sus tierras que se iniciaron con la conquista española y se prolongaron en la época republicana.

Entre los diversos episodios de expulsión de gamonales, terratenientes, policías, subprefectos y la clase mestiza y blanca local y regional, destaca la rebelión de Wancho Lima en Huancané (1823), una disputa del poder entre indios y mestizos, liderada en el bando indígena por Carlos Condorena Yujra, Mariano Paqo Mamani, Mariano Luque Corimayhua, Evaristo Corimayhua Carcasi, Mariano Larijo Yujra, Antonio F. Luque Luque, y Rita Puma Justo, motivados por la idea de fundar la república aymara tawantinsuyana con su capital Wancho en Huancané, recuperar las tierras arrebatadas por los gamonales y poner en marcha una educación indígena.

Otro episodio relevante ocurrió en 1901, con el desplazamiento de mensajeros enviados desde diferentes comunidades y localidades aymaras hacia la capital Lima, un movimiento liderado por José Antonio Chambilla, Mariano Illachura y Antonio Chambi e integrado por representantes y comuneros de las comunidades de Chichillapi, Apopata, Orcoyo, Llusta, Ccasani, Sullcanaca, Chocorasi y Punta Perdida del distrito de Santa Rosa-Mazocruz. El objetivo fue presentar ante el presidente de la República sus quejas por los trabajos gratuitos que se les exigían y los diversos abusos perpetrados contra ellos por la élite local mestiza, el subprefecto, jueces de paz, los curas y la policía.

En 1902, estando en la ciudad de Lima, los delegados mensajeros aymaras de la provincia de Chucuito —delegados de los distritos de Juli, Poma, Santa Rosa-Mazocruz, Ilave, Acora, Pomata y Pisacoma— presentaron al presidente y sus ministros un conjunto de memoriales en los que solicitaron la abolición de la servidumbre y los impuestos y denunciaron los abusos de los terratenientes y el acaparamiento de las tierras. Los mensajeros fueron los líderes aymaras Santiago Mallea, indio de Sales grande: José Antonio Calamullo Jarro de la comunidad de Pasiri; José Antonio Chambilla de Santa Rosa-Mazocruz; Buenaventura Ayunta de Ilave, Paulino Lope, Mariano Istaña, Carlos Chipana de Acora, Cipriano Apaza de Pomata y Sebastián Ninaja, de Pisacoma.

En síntesis, los aymaras siempre han estado en permanente disputa del poder local y nacional y más de una vez han viajado a la capital para dar a conocer la discriminación, el racismo y las desigualdades sociales que les afectaban, así como a denunciar el problema de tierras que los enfrentaba a la élite gamonal.

Tiempos recientes

En los últimos 30 años, el Pueblo aymara ha estado permanentemente en conflicto con el Estado peruano, que les excluye, que les niega su existencia y su participación política. El conflicto de Ilave en 2004, que es recordado por la trágica muerte del alcalde Cirilo Robles, tuvo como trasfondo un movimiento por la democratización local. El llamado “aymarazo” de 2011, liderado por Walter Aduviri, fue un conflicto sostenido por comuneros aymaras en relación a las concesiones mineras, la defensa de recursos naturales y, posteriormente, orientado a contestar la judicialización y criminalización de la protesta social.

Actualmente, el rechazo unánime a la presidenta Dina Boluarte, así como las exigencias de cierre del congreso, nuevas elecciones y asamblea constituyente, conforman una agenda sostenida por miles de comuneros aymaras, quechuas y citadinos; se han sumado jóvenes, mujeres, autoridades locales, líderes de organizaciones sociales, transportistas, comerciantes, mercados y diferentes asociaciones que han logrado mantener por más de tres meses un paro que es acatado por todos, en el marco de una lucha política por el poder comunal y una democracia comunitaria.

El pueblo aymara está movilizado por una democracia comunal e intercultural, en la que puedan contar no sólo con sus propios escaños congresales, sino también con otras formas de participación política, de base comunitaria. Los protagonistas aymaras son mujeres, jóvenes, profesionales, tenientes y presidentes comunales, rondas campesinas y organizaciones sociales de base que interpelan al Estado unitario, centralista, oligárquico y racista. En su efecto, es un desafío por una construcción de un Estado pluricultural incluyente, con rostro aymara y de género. En resumen, los aymaras exigen la liberación y la igualdad de condiciones y desafían así todo sistema de dominación neocolonial estatal y racista.

Referencias Lanque Chana, D. (1990). La cultura aymara. Desestructuración o afirmación de identidad. Lima: IDECA, Tarea.