Aún somos, todavía resistimos
Escritor y gestor cultural
Luisenrrique BecerraA esta hora, cuando se ha superado el promedio diario de fallecidos por toda causa de la primera ola de la pandemia, mientras la curva ascendente de las estadísticas se acelera y las variantes y mutaciones anglosajonas o latinoamericanas se multiplican, renovar el aire que respiramos es imprescindible para seguir viviendo. Renovarlo no significa únicamente ventilar el lugar que habitamos, los espacios públicos cerrados a los que (en ocasiones) inevitablemente concurrimos. Renovar el aire evitará que nos contagiemos, sobre todo impedirá que ingrese a nuestra íntima dentrura la fatiga originada por el confinamiento, por las restricciones sociales, emocionales y económicas, la fatiga de ser quienes somos, de vivir como vivimos.
¿Cómo respirar frente a los ineptos y corruptos que gobiernan el Perú?, ¿cómo salir de la tragedia y desarrollar una auténtica revolución que nazca de la profunda y dolorosa gestación de los pueblos? Lo que tenemos es sólo escoria e impudicia en los poderes del Estado, anteanoche en el Congreso (en el peor momento de la pandemia) volvimos a comprobarlo. Las reformas sociales jamás llegarán de la política existente, así piensan hoy las grandes mayorías; ilusionarse con las elecciones de abril es volver a pisar el palito de la historia. ¿Qué hacer con este aire enrarecido, con el asco e impotencia que nos desborda y nos consume?
El gobierno ha anunciado que hasta el 28 de julio se habrá vacunado a diez millones de peruanos, cifra escandalosamente optimista a pesar de la velocidad de las primeras inmunizaciones. Hace unas horas, un avión con el segundo lote de vacunas peruanas atravesó el Atlántico, mientras en nuestro escenario político instigadores y golpistas forzaban (y continuarán forzando) el regreso a un orden hediondo y putrefacto. Este es precisamente el aire que apremia renovar, el balón de oxígeno medicinal que necesitamos para una vida comunitaria; la tristeza, la impotencia y la rabia que sentimos deben abrir paso a la solidaridad y a la lucha colectiva contra la corrupción y la asfixia, contra la parálisis y la muerte. Tenemos que ser más fuertes que las mafias y los carteles politizados, es necesario combatir e imponerse al libre mercado que todo lo regula.
Más allá de los protocolos, de la vacunación y de la fatiga endémica, la incertidumbre y el miedo, la falta de control sobre la pandemia y nuestra propia existencia, determinan el hastío acumulado de los peruanos, la resignación a renunciar a la vida que tuvimos, a la actitud crítica que a muchos caracterizó a lo largo del tiempo. Nos falta el aire y los estímulos agradables de la existencia, el sentimiento de unidad colectiva que la historia siempre nos negó. Que la peste no nos haga sentir más solos y menos arropados; a pesar de la tragedia aún somos, todavía resistimos.