Opinión

Arguedas y la política de las illas en Diamantes y pedernales

Por Christian Elguera
Arguedas y la política de las illas en Diamantes y pedernalesFuente: Universidad de Ciencias y Humanidades (UCH)

Los cuentos o relatos arguedianos han recibido escasa atención frente a la amplia bibliografía sobre sus novelas. Para intelectuales como Carlos Eduardo Zavaleta muchos cuentos de Arguedas carecían de bríos y coherencia. Considerando necesario revisitar al Arguedas cuentista, quiero proponer una lectura de “Diamantes y pedernales”. Me interesa hacer un seguimiento de los momentos en que Arguedas expresa una política no humana, una política ontológica, como diríamos en diálogo con Mario Blaser o Marisol de la Cadena. Particularmente, prefiero hablar de una política de las illas.

“Diamantes y pedernales” (1954) es un momento clave en la formación de este tipo de política. Sin dudas, Arguedas va a explotar toda esa multiplicidad de mundos, toda esa fertilidad ontológica, en Tupac Amaru kamaq taytanchisman (1962). No obstante, en “Diamantes y pedernales”, ya apreciamos atisbos de este proyecto. Así, nuestra hipótesis es sencilla: demostrar cómo Arguedas visibiliza relaciones ontológicas entre humanos y no humanos, y más precisamente entre seres con potencia que yo llamaré illas. Me interesa primero analizar cómo Arguedas representa las políticas no humanas y, en segundo lugar, evaluar en qué medida esta política no humana puede o no puede desafiar las políticas coloniales de los terratenientes. Es decir, estamos ante un conflicto de modos de entender sistemas de poder y cómo estos pueden comulgar, coexistir o destruirse, que es el meollo final de “Diamantes y pedernales”.

Una de las primeras cosas que resulta necesario definir es qué es una illa. Por supuesto, en las crónicas coloniales, en Guamán Poma de Ayala o el Inca Garcilaso, vamos a encontrar un amplio repertorio de la definición de una illa; pero vamos en este caso a dialogar con la propia obra de Arguedas. En “Diamantes y pedernales”, Arguedas se centra en un personaje que es el arpista, Mariano. Dentro de esta sociedad, el artista tiene cualidades específicas, cualidades de potencia, pero a la vez, cualidades que lo aíslan de esta sociedad, por lo cual es considerado como una opa o un tonto. Arguedas describe de la siguiente manera cómo Mariano, el arpista, es percibido dentro de esta sociedad: “Los “lacayos” de Lambra habían comprendido ya, por la figura, por los ademanes del músico, que era medio upa, que era un illa tocado por algún rayo benéfico”. Inmediatamente, Arguedas presente un pie de página para aclarar que la illa es un “ser que tiene virtudes mágicas”. Obviamente esto va a ser continuado por Arguedas en Los ríos profundos, donde va a ofrecer una descripción bastante poética, intensa y múltiple sobre el sentido de illa. En un memorable pasaje de la novela, el autor nos explica:

Esta voz tiene semejanza con otra más vasta: illa. Illa nombra a cierta especie de luz y a los monstruos que nacieron heridos por los rayos de luna. Illa es un niño de dos cabezas o un becerro que nace decapitado, o un peñasco gigante, todo negro y lúcido, cuya superficie apareciera cruzada por una vena ancha de roca blanca, de opaca luz, es también illa una mazorca, cuyas hileras de maíz se entrecruzan o forman remolinos, son illas los toros míticos que habitan el fondo de los lagos solitarios, de las altas lagunas rodeadas de totora, pobladas de patos negros. Todos los illas, causan el bien o el mal, pero siempre en grado sumo. Tocar un illa y morir o alcanzar la resurrección, es posible.

Los seres llamados illas, dentro del pensamiento arguediano y de los mundos andinos, son seres animados por un gran poder, actores o agentes ontológicos, generalmente no humanos, que habitan el paisaje, que habitan los territorios andinos. Se han caracterizado, como se pueden inferir por las citas, por una gran capacidad de potencia, de ofrecer protección y que establecen una relación intensa y múltiple con otros cuerpos humanos. En “Diamantes y pedernales” esto se va a retratar de una manera bastante clara a partir de la relación entre Mariano y el cernícalo, esa ave que él llama Jovín. La propuesta es entender en qué medida estos dos actantes interactúan y en qué medida esa relación afecta el sistema social del cuento.

¿Qué caracteriza a Mariano como una illa? ¿Cuáles son estas cualidades que le permiten ensamblarse con el cernícalo? En primer lugar, encontramos el tema del sonido: la relación que se mantiene entre el cernícalo y Mariano es una relación musical. En simples palabras, se puede decir que el poder que tiene Mariano para tocar esta arpa proviene de que él es un ser animado por una illa, que es el cernícalo. De esta manera se generan interacciones entre illas, Mariano y el ave, cada ser con un propio grado de poder. Estas relaciones de potencia vuelven a aparecer en “La agonía de Rasu ñiti” y en “Tupac Amaru kamaq taytanchisman”, entre danzantes y wamanis, entre camascas y Amarus, respectivamente. Vemos la continuidad de isotopías arguedianas: hay una línea de relaciones ontológicas que recorren su pluriverso literario. En “Diamantes y pedernales” las relaciones políticas entre Mariano y el cernícalo se establecen a través de la música. Se dice que Mariano “arrancaba notas dulces y enérgicas al arpa”; luego se menciona: “esto sucedía porque pasa el día con los pájaros cantores, será que así dulce toca”.

En las siguientes páginas Arguedas describe la alteración de este sistema político o cosmopolítico, haciendo eco de los trabajos de Eduardo Viveiros de Castro. Mariano comienza a trabajar para el terrateniente, para don Aparicio. Este finge una hospitalidad hacia él: le brinda albergue, un trabajo, lo tiene bajo su servicio y, en cierto sentido aprecia, se emociona y siente un placer estético por el sonido de su música. Para Antonio Cornejo Polar el texto propone una complementariedad entre ambos sujetos. Por mi parte, advierto que el final de esta historia indica la destrucción de todo un sistema de relaciones ontológicas. Lo que se impone es que no hay posibilidades para continuar con esta política ontológica. ¿Pero qué sucede exactamente? Don Aparicio, ha sido visto por la crítica como un personaje irracional. Sus modos de actuar, sus momentos de ira, son ocasionados por su temple apasionado. Sin embargo, este personaje no es sino la encarnación de una violencia colonial. Don Aparicio destruye el arpa de Mariano. Pero contento con solo destruir su instrumento musical, también lo mata. De esta manera, se quiebra el sistema de relaciones que sostenía la política de las illas. Para don Aparicio la música solo ha sido un entrenamiento o un sosiego, nunca un producto de interacciones ontológicas entre múltiples mundos; para él Mariano no es una illa, sino un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser destruido. El terrateniente sabe además que esta muerte quedará impune.

Arguedas no logra vislumbrar una posibilidad de negociación o resistencia en esta narración. Es importante advertir el uso del verbo “aplanar” para describir la violencia de don Aparicio. Lo que sigue es una simulación o un espectáculo: el terrateniente paga el entierro del arpista y ordena a sus trabajadores que nieguen el homicidio. Finalmente, el cernícalo se convierte en una posesión de don Aparicio, lo cual puede ser entendido como una forma en que el aparato colonial subsume flujos o códigos del socius andino.

En “Diamantes y pedernales” Arguedas va trazando, como se diría en lenguaje deleuziano, las líneas de fuga de una política ontológica. Sin embargo, esas líneas se truncan en el mismo texto. La política de las illas no puede continuar en este mundo representado, el sonido concluye cuando el arpa es aplastada, cuando el arpista es asesinado. Y el cernícalo, en la conclusión del cuento, pierde su potencia, pierde su poder y se vuelve solo un animal que acompaña a don Aparicio. Sin las illas, este espacio pasará a ser dominado por lo que Arguedas llamará “la soledad cósmica”: las illas son eliminadas u opacadas en “Diamantes y pedernales”. Habrá que esperar hasta 1962 para apreciar nuevos halos y resonancias de la política de las illas, cuando el dios serpiente de Tupac Amaru Kamac Taytanchisman anime a los migrantes quechuas a reapropiarse de la ciudad de Lima, hasta lograr convertirla en su propio pueblo, en su propia llaqta.

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