Opinión

Analizando el discurso de Antauro Humala en Ilave

Por Carlos Flores Lizana

Antropólogo y Profesor

Analizando el discurso de Antauro Humala en IlaveFoto: Radio Onda Azul

Lo primero que se debe recordar es que Ilave tiene una historia traumática vinculada al linchamiento de su alcalde acusado de corrupción, hecho que en el 2004 hizo tristemente famosa a esta ciudad de Puno, de población aymara.

Lo segundo es que es válido comparar a Antauro Humala con Nelson Mandela, no porque tengan algo parecido en sus propuestas sino todo lo contrario; la manera en que Nelson Mandela salió de la cárcel después de 27 años no se parece a la forma como sale este “líder” que ya ha creado su movimiento etnocacerista, supuestamente para salvar y enrumbar el Perú: ¿A dónde? No se sabe.

Es importante tomar con cuidado cada uno de los pensamientos que Antauro Humala expresa con el fin de analizarlos y observarlos en la medida en que sea posible. En uno de esos momentos que menciona que no en vano ha estado 18 años en la cárcel, señala, además, que no es ninguna broma lo que propone. Esta parte de su discurso está relacionada precisamente con el tema del fusilamiento de aquellos a los que llama “presidelincuentes”; una de las primeras acciones que piensa realizar si llega a ser presidente del Perú, un país tremendamente dividido y polarizado.

Pero, haciendo un análisis de los pensamientos centrales de su discurso y la forma como está estructurado, lo primero que se oye en el video que circula por las redes sociales es que se debe promover una Asamblea Constituyente, en la que se debata y se proponga una nueva Constitución para el Perú del siglo XXI, sin profundizar en el cómo ni en quienes participarían en ella. Más adelante dirá qué fuerzas sociales y culturales serían los soportes para hacerla. Sí dice que esta constitución será “una refundación de la patria, un nuevo acuerdo social, que tendrá determinadas características que responderían al modelo de sociedad que él desea construir con la participación de lo que llama ´la Nación Profunda, los herederos del Tahuantinsuyo, los quechuas y aymaras´; sin embargo, no hace ninguna mención a la presencia de las poblaciones nativas amazónicas. Su nacionalismo tiene detrás un análisis histórico andino y sesgado.

Para Antauro Humala esta nueva sociedad tiene que ser nacionalista, lo que para él significa la supresión de toda producción extranjera que haga competencia a la producción nacional, la desaparición del libre mercado, y que la mano invisible de la que hablaba Adam Smith sea controlada y dirigida por el estado nacional. Dar prioridad a la empresa nacional y nacionalizar las empresas estratégicas hace referencia explícita al gobierno velasquista (1968-1975) y al modelo de revolución social y económica de esos años. Al parecer, la unión de los militares con las fuerzas sociales populares aparenta ser su ideal, el llamado “pueblo y fuerza armada juntos” por un Perú nacionalista y libre de las imposiciones del capital extranjero transnacional.

En esta parte del discurso Antauro Humala dice que los gringos sí son nacionalistas y que cuidan su empresariado, haciendo referencia a que a los extranjeros que llegan a esos países los nacionales les dicen que deben dedicarse al turismo, mientras que en el Perú, por el contrario los empresarios extranjeros como Odebrecht han estafado al Perú con la colaboración cómplice y traidora de los presidentes de turno; pero eso no volverá a pasar y esos “presidelincuentes” serán fusilados como corresponde. En esa lista obviamente están los expresidentes Fujimori, Toledo, su hermano Ollanta, Kuczynski y otros más.

Para Humala es necesario construir el llamado Frente Patriótico en el que estarán presentes los pequeños productores de todo tipo, los campesinos, los mineros informales, los estudiantes, los sindicatos, que son la nación profunda, los herederos del Tahuantinsuyo, quechuas y aymaras. Ellos serán los que gobiernen o, en sus propias palabras, los revolucionarios “herederos de la estirpe imperial andina”.

Cita un texto de José María Arguedas que dice “cuando hombres como nosotros gobernemos, tiraremos al mar la podredumbre de siglos” que existe en el Perú. Este modo de hablar recuerda a un texto que se atribuye a Abimael Guzman cuando hace un llamado a sus camaradas para que dieran inicio a la lucha armada en mayo de 1980, el llamado ILA-80. En ambos textos se dice casi lo mismo respecto a la corrupción y la urgencia de barrer con la podredumbre corrupta de las clases explotadoras del mundo y del Perú. Les dice a sus oyentes que el sur peruano ha sido siempre cuna de revoluciones auténticas y profundas, y que esta fuerza de cambio viene desde la identidad quechua y aymara. No solo piensa en los andinos peruanos sino en los quechuas y armaras bolivianos y ecuatorianos. Esta noticia o “evangelio de patriotismo” tiene que ser oído y realizado para esperanza de los andinos. Aquí no están presente los afroperuanos pues en ningún momento los menciona siquiera.

Como es sabido, el etnocacerismo de Humala trata de capitalizar la identidad andina, alienta el resentimiento hacia la identidad mestiza y, por supuesto, a la cultura occidental de la población blanca. Al levantar a Cáceres y su resistencia en la guerra con Chile y a su ocupación, pretende demostrar que conflictos sociales como el racismo o la exclusión social de los pueblos quechua y aymara, tienen que ser entendidos en clave de conflicto militar; por consiguiente, nada de diálogo ni de tender puentes, todo lo contrario, se debe aniquilar o suprimir al enemigo, real o potencial. La lectura marxista tradicional, costumbre heredada de su padre, está presente en su discurso en el que la lucha de clases es el motor de los cambios en la sociedad. Su nacionalismo es reactivo y ahistórico pues el mundo va hacia la construcción de un mundo democrático, pacifico, justo, donde no haya nacionalismos cerrados ni autárquicos.

Este carácter beligerante es muy claro en su propuesta; ya lo hizo, o pretendió hacerlo, en el llamado “Andahuaylazo”, tomando las armas y llamando a la insurrección armada en contra del estado y la sociedad civil. Por eso se sostiene que los años de cárcel vividos no han modificado en nada su propuesta política y de lucha, y continúa promoviendo el uso de las armas. En este punto es muy importante hacer ver que Humala convocó, y lo sigue haciendo, a los militares de rangos menores o subalternos y a los reservistas, sobre todo del Ejercito. Él tiene en su mente un estado tipo cuartel, donde hay línea de mando, autoridad, orden jerárquico y obediencia patriótica.

Es verdad que Mandela fue encarcelado por haber tomado las armas como vía para la supresión del apartheid, o segregación racial; sin embargo, cuando sale de prisión, después de 27 años de padecer la cárcel, plantea que la lucha contra ese objetivo central que es la supresión del apartheid solo se puede hacer con la aceptación de las partes del conflicto, ya que Sudáfrica es para él, “el país del arcoíris” en el que todos deben ganar y nadie debe perder, con nuevas leyes y nuevas instituciones que las hagan posibles en su vigencia. Los conflictos sobre los derechos humanos no se pueden resolver con la pérdida de alguna de las partes sino con la aceptación y el compromiso en beneficio de todos. Todo lo contrario a lo que plantea Antauro Humala.

Es conveniente mencionar que la cultura andina siempre ha tratado de lograr la armonía -el llamado “allin o sumaq kausay”-, a pesar de la experiencia traumática de la conquista, la colonia y la misma República. No es una cultura necrófila como la azteca o de pensamiento terrorista como el de Sendero Luminoso o el MRTA que creyeron que la violencia y la toma de las armas era la única vía para formar una nueva sociedad. El discurso de Antauro Humala suena a venganza y aniquilación de los que él considera culpables de la injusticia que, permanentemente, vive el pueblo pobre de nuestro país.

Los años de la violencia han demostrado, sobre todo a los que creemos en la democracia y el respeto por los derechos humanos, que la vía del acuerdo y el diálogo son el camino para resolver los grandes conflictos que existen y que la violencia genera más violencia. Los ayacuchanos, huancavelicanos y puneños, entre otros pueblos, conocen bien esta experiencia destructiva.

Finalmente, el discurso de Antauro es autoritario y violento; en el fondo cree que suprimiendo físicamente a los corruptos el país saldrá adelante y que los grandes problemas, como la injusticia económica, se solucionarán de esa manera. Las últimas elecciones municipales y regionales muestran por donde andan las preferencias, tanto de candidatos como de propuestas para resolver los grandes problemas que tienen las ciudades y regiones; a raíz de este último proceso electoral han aparecido, claramente, temas como la (in)seguridad ciudadana, la corrupción, el alza del costo de vida, la reactivación económica después de la pandemia, el empleo, el cuidado de los recursos ecológicos como el agua, el mar, las especies, etc. El discurso de Humala no tiene presente casi nada de esta problemática, es claramente político y coyuntural en el mal sentido; como se menciona en el argot popular “puro hígado”.

Se espera que los dirigentes y líderes políticos sean capaces de estar atentos y con suficientes competencias para analizar y desmontar esta clase de discursos, que son recibidos por sectores desilusionados o embroncados con la clase política del país.