Desde la calle
La repartija se pudo evitar gracias a la respuesta decidida y masiva de ciudadan@s que salieron a la calle a expresar su profunda molestia y desencanto con el desempeño de los partidos en el Congreso, y a la labor de los medios masivos, que cumplieron un efectivo rol de fiscalización y cuestionamiento al desempeño de las autoridades.
Al igual que en el período de crisis y caída del Fujimorismo fue la gente en las calles uno de los actores principales que pusieron el alto a actores políticos y gubernamentales que debilitan la institucionalidad democrática. Del mismo modo que en el año 2000, se hacen sentir en las calles ciudadan@s de diversas edades (aunque con un importante contingente de jóvenes), de procedencias sociales y políticas diversas que se unen alrededor de una demanda de carácter principalmente ético hacia toda la clase política, orientada a cuestionar los fundamentos como los procedimientos con los que esta toma las decisiones públicas. Es esencialmente una manifestación de defensa del régimen democrático y de protesta ante quienes tienen la principal obligación de defenderlo y fortalecerlo.
Acciones como estas, nos muestran la existencia de una importante sensibilidad democrática que, en la medida que se exprese y se haga más fuerte, será uno de los cimientos fundamentales de nuestra comunidad de ciudadanos aún en proceso de construcción.
Es también cierto que estas manifestaciones de protesta e indignación generalmente son de carácter reactivo y, por lo mismo, irrumpen de manera sorpresiva, con mucha fuerza, para, luego de alcanzado el objetivo, el movimiento tienda a declinar.
Sin embargo, tal vez con mayor eficacia que durante las protestas contra la dictadura, es posible construir símbolos y liderazgos que recuerden, extiendan en el tiempo y den forma más concreta al sentido de la indignación. Existen colectivos, jóvenes líderes políticos, comunicador@s y artistas que, si se lo proponen, pueden cumplir ese papel.