Opinión

El Ravines de Dumett: la historia, la literatura y los acontecimientos

Por Gustavo Montoya

Historiador

El Ravines de Dumett: la historia, la literatura y los acontecimientosFoto: Twitter Johann Page

El camarada Jorge y el dragón (Alfaguara, 2023); de Rafael Dumett, es una novela histórica inquietante para cualquier historiador que conozca aspectos básicos de la biografía política de Eudocio Ravines en particular, y del movimiento comunista peruano en general. Inquietante porque el relato ofrece justamente el sustrato básico de la biografía de todo personaje, como es el universo infantil que le antecede. ¿Cómo habría sido el mundo adolescente de quien, posteriormente, habría de recibir elogios y admiración de personajes de la talla de José Carlos Mariátegui, César Vallejo y Víctor Raúl Haya de la Torre, debido a sus dotes como político y su capacidad intelectual?

Un relato revelador que permite establecer esas urgentes correas de transmisión que debería existir entre Historia y Biografía. Explicar al personaje a través de su tiempo. Situarlo al interior de esa relación siempre conflictiva entre el acontecimiento, la coyuntura y la estructura de una época. El caso de Ravines resulta particularmente ilustrativo para remontarse a ese periodo de tránsito entre lo que la historiografía conoce como la República Aristocrática posterior a la derrota peruana en la Guerra del Pacífico, y el advenimiento de la modernización social y económica del Oncenio leguiísta. Los comentarios que siguen no son las de un crítico literario, sino las de un entusiasta lector de literatura histórica.

Dumett nos ofrece un esforzado trabajo de exploración historiográfica cuyo resultado es notable, ya que logra instalar en el imaginario del lector, ese mundo rural áspero donde la violencia política era parte constitutiva de la sensibilidad colectiva regional. Este es probablemente el principal logro. Proyectar con trazos firmes la intersubjetividad social durante la época formativa de Ravines. Presentar al protagonista del relato como un elemento más dentro de un conjunto heterogéneo de personajes y actores. El niño y adolescente que fue Ravines se nutre y moldea su estructura emocional en esa región del norte andino, con características culturales muy definidas. Y este es un aspecto medular, ya que permite explicar la posterior trayectoria política del personaje desde su biografía emocional. Desde esas estructuras emotivas infantiles que a veces marcan el devenir del individuo adulto. Comprender al personaje desde ciertas determinaciones de su época y que trascienden a su propia voluntad.

Otro aspecto importante de la novela es la configuración, vía imágenes potentes y sugestivas, de la vida cotidiana en una familia de clase media venida a menos, como fue el caso del entorno familiar de “Shito”. Ese mundo doméstico que rodea al personaje y sobre los cuales se van hilvanando algunas de las tramas básicas del relato. Habría que mencionar la figura del padre, cuya sombra marca cierta melancolía y los límites del pudor infantil. La negación del asombro hacia la figura paterna, debido a su errática personalidad, hasta concluir en su ausencia permanente. Las presencias femeninas son también hasta cierto punto decisivas. La madre mártir y las tías que perfilan algunas de las tendencias de su posterior personalidad, incluida la sensibilidad erótica. Pero, sin duda, el personaje masculino que destaca es Belisario Ravines, el influyente político y militar familiar, una suerte de arquetipo social del gamonalismo político en el que crece el personaje, al que debe someterse, y que sin duda luego será hasta cierto punto determinante, en su propio imaginario ideológico. Sin dejar de mencionar al primo Segundo, una suerte de antihéroe y de quien “Shito” se distancia para construir su propia identidad.

El relato, que bien puede designarse como la etapa formativa del personaje, aborda la temprana experiencia espiritual vía lecturas bíblicas, que también insinúan la portentosa memoria del sujeto histórico que fue Eudocio Ravines. Y, sin embargo, es reveladora la estrategia del autor para construir cierto perfil moral escindido, cierta forma de personalidad casi maniquea. El aplicado y memorioso niño cuyo imaginario estaba poblado por imágenes bíblicas severas que invocaban una moral rígida, de pronto padece una ruptura sin retorno. En efecto, la rica y variada biblioteca del tío Belisario le permite, al voraz lector, descubrir un horizonte de lecturas poblado de expectativas que, pese a la inicial turbación de “Shito”, termina por complejizar y hacer más denso y conflictivo su universo ético y moral.

Son las fantasías desaforadas de una pubertad que transcurre entre esos claroscuros de la transgresión y la culpa. Destaca un libro, Vida de Jesús, de Ernest Renan, que será la piedra de toque para deslizar una serie de blasfemias en ese mundo católico casi cerrado de Cajamarca. Casi un torrente de escenas que intentan ser irreverentes, rondando con la postura escéptica en el alma adolescente de ”Shito”. La deriva escatológica a la que se sumerge la conciencia estragada del personaje, ronda la puerilidad y hasta lo artificioso de sus especulaciones heurísticas en torno al cristianismo primitivo; ergo: “Y Jesús tuvo miedo. Tuvo miedo y actuó como un cobarde” (p. 138). O cuando es presentado como un disoluto sexual y de gustos epicúreos: “No ayunaba, y más bien exhibía sin vergüenza el placer que sentía al comer y beber (…) su compañía favorita eran las mujeres, que el ermitaño Juan mantenía a raya pero que seguían a Jesús a todas partes, y a las que este daba un tratamiento especial, incluso a las adúlteras y prostitutas. Sobre todo a una, a la que convirtió en su mujer” (p. 139). Que más parecen provocaciones para sacudir la atención confesional de los lectores.

Por intermedio de una sucesión de escenas ágiles y vibrantes, el relato va trazando esa atmósfera de la vida social, política y cultural violenta, en la que el adolescente Ravines va interiorizando los valores sociales de su tiempo y su región. La vida cotidiana transcurre sobre un tejido social jerárquico, donde el patrimonialismo y el régimen estamental son admitidos como elementos constitutivos del sentido común. En muchos aspectos parecen ser las inevitables prefiguraciones en el desenlace de su posterior biografía.

La novela de Rafael Dumett presenta una galería de personajes que muy bien pueden ser los estereotipos de actores colectivos sociales, en una época y en una región que se convierte en el trasfondo histórico, para explicar y discernir la biografía del actor político que fue Eudocio Ravines, a lo largo del siglo XX peruano. De esta primera entrega, se puede colegir lo que parece ser un ambicioso proyecto literario, para ingresar al periodo formativo del personaje central. Ravines ha sido y es una figura no solo controversial, sino una presencia incómoda en la memoria histórica del comunismo peruano. Escrutar el fondo de la sensibilidad social sobre el que emerge tal figura, contribuye con toda seguridad a explicarlo desde consideraciones históricas, antes que ideológicas.

Como señalé al inicio de estas notas, esta novela hará las delicias de cualquier investigador, curioso o conocedor de la biografía política de Ravines. Frente a la amenaza del olvido, aquí, la buena novela histórica se yergue con todas las razones de su bien ganada reputación. Prueba de ello, es el final del relato que se sitúa en el centro de Lima, adonde “Shito” acaba de arribar tras un largo viaje en barco desde Pacasmayo: “Apenas pisa los adoquines del centro, se da el gusto de detener a un canillita y comprar ahí mismo su primer periódico de la capital. Aspira por primera vez su olor a tinta fresca, como si fuera un perfume femenino. El titular de la primera página señala en grandes letras de molde que en Rusia se ha iniciado una revolución” (p. 263).

Precisamente el mismo año, el joven Mariátegui, quien todavía firmaba con el seudónimo de Juan Croniqueur, respondía con júbilo: “Bolcheviques, aquí” a la acusación que Luis Miró Quesada le había proferido, acusándolo de “bolsheviki”; César Vallejo acababa de llegar a Lima para publicar su primer gran poemario, Los heraldos negros, y Haya de la Torre también había arribado a la capital el mismo año que Ravines. Muy pronto todas estas vidas se entrelazarían, junto a las de Raúl Porras, Jorge Basadre – provenientes de Pisco y Tacna- y muchos otros más, quienes integrarían lo que se ha dado en llamar la Generación del Centenario.

Ciertamente durante la década de los años 20 del siglo pasado, la capital seria sacudida por la concurrencia de corrientes ideológicas, estéticas, políticas y sociales disimiles, como el aprismo, comunismo, el indigenismo y el regionalismo, cuyos líderes y representantes más destacados serian esos jóvenes de origen provinciano, entre los cuales habrían que mencionar a Julio .C Tello (Huarochirí), Hildebrando Castro Pozo (Piura), Emilio Romero (Puno), Abraham Valdelomar (Pisco), e incluso a Víctor Andrés Belaunde (Arequipa). Todos ellos se vincularon de manera diferente con el régimen de Leguía y a la postre optarían por rutas diferentes y hasta enfrentadas. Un mundo acicateado por la efervescencia social y el ascenso del movimiento popular, de un lado, y la fanfarria y la fiesta permanente que intento ser el Oncenio. Tal fue la fragua en la que se moldeo el joven y talentoso Ravines, que andando el tiempo, fue motivo del oprobio de sus compañeros de ruta, y que terminarían refiriéndose a él en términos tan execrables……. No hay duda que la próxima entrega de Dumett, nos ofrecerá un riquísimo bosque de imágenes para seguir conociendo tanto al personaje central, como al universo de actores de toda índole de esa época capital, que para bien o para mal, aún perturba a los peruanos.